Visitante

jueves, 10 de noviembre de 2011

Las trampas del recuerdo

Recuerdo esos días en el malecón miraflorino, con las alegres angustias del alma, donde las gaviotas y gallinazos volaban al ras de nuestras cabezas.
El sol brillaba, se opacaba y volvía a brillar. En invierno o verano el mar nos daba la bienvenida con gotas de agua y de cerveza también.

Un lugar especial donde charlábamos bastante y nos hacíamos muchas promesas. Habían hartas razones para saber que siempre estaríamos juntos, pero al pasar del tiempo cada uno hizo nuevos amigos, conoció nueva gente, cambió de trabajo, de vida, cada uno con nuevas responsabilidades; préstamos, esposa, hijos, profesión, etc. Pero ¿qué más da? Ya no importa recordar nostálgicamente aquellos tiempos, ya no me afecta.

Regresé la noche de ayer a caminar por esas calles, pasé por un parque encantado, una banca con una pareja de ancianos, unas líneas iluminadas espectaculares, tan increíbles como el azul me queda a mí. Me detuve al borde del acantilado y respiré hondo una vez, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, seis y las que fueran necesarias para decir: aun respiro, estoy viva.

Por un momento  creí que estaba recogiendo huellas de una vida; de una vida oscura y profunda. Seguí caminando, me metí al jardín y vi saltar un conejo blanco con un letrero en el lomo que decía “sígueme”, lo seguí hasta los arbustos y entré a una cuevita llena de zanahorias; hermosas zanahorias como las de los cuentos, anaranjadas y de hojas muy verdes. Frescos vegetales de un lugar grande, libre, vacío, frío y emocionante.

¡Frescos vegetales!, ¡Frescos vegetales!
“Se venden frescos vegetales”
Nose en qué momento fui a parar en el mercado Santa Cruz, donde la gente se compra 0.50 centavos de ají para acompañar el almuerzo. Bueno, no quiero dar detalles de la hora del refrigerio porque en este momento se supone que debo estar caminando en libertad por un parque encantado sintiendo la brisa del mar y la frescura de los árboles, nose en qué mala hora terminé en el mercado.

A lo lejos puedo observar la cruz, esa que aparece todas las noches, dicen que iluminada por los espíritus de las aguas. Oigo también el canto de las sirenas. Apareció la ballena Willy y Nemo… No, creo que me estoy equivocando de historia.
El asunto es que no me rendí, seguí caminando tratando de encontrar algún portal que me llevase hacia otra dimensión, hacia otro plano, etc. pero no había nada nuevo pues todo ya había sido contemplado: la luna, las estrellas, el mar, los jardines, los árboles, las ramas, las hojas, la lluvia, el aire, los tachos, las casas, el frío, las lechuzas, las personas, los perros, los carros, las pistas y todo, todo lo que hay en ese camino le pertenece a mi estado de contemplación, a mis sentidos, a mi amor, a mi vida.

Luego de una hora, después de un pestañeo abrí los ojos lentamente; estaba dentro de un cuadro, quise salir y no pude, pues había una voz que me decía:
“el estar recordando y recordando tu pasado te atrapó, pues ahora los enmarcaste contigo a dentro y así jamás los podrás olvidar. Da gracias a Dios de vivir dentro de un hermoso paisaje”.

Atrapada en los recuerdos quedé. Metida dentro de un bellísimo lugar encantado. Sola sin imaginar qué más podría encontrar sabiendo que ya lo he visto todo. Buscando esperanzas para escapar después de lo libre que me sentía. Pensando que el cielo azul oscuro con un poco de neblina está hecho de pintura, que cuando llueva terminaré verde por el tinte de los árboles, que el conejo blanco era hecho de óleo.

¿Qué hice para merecer una mágica prisión? Qué tortura es imaginar en dónde se encuentra este cuadro, en dónde estoy yo, ¿Qué pasó con mi vida? ¿Dónde están mis amigos? ¿Por qué no están aquí pintados conmigo?

2 comentarios:

  1. En algun momento de la vida, vamos a desear vivir en un cuadro eternamente... un cuadro del que no tengamos que salir jamas. Donde vivamos dia a dia (por el resto de lo poco que nos quede de vida), la misma historia, el mismo recuerdo, el mismo momento que de joven te cautivo y volviste eterno. Seria genial vivir encerrado en un cuadro colgado en un parque. Que la gente que pasea pueda ver tu recuerdo y alegrarse contigo. Que caiga lluvia encima del lienzo pintado. Que la naturaleza cambie como quiera ese recuerdo para que asi no se vuelva monotono.
    Me gusta como escribes!!

    ResponderEliminar
  2. Yo estoy viviendo ese momento ahora, "el querer inmortalizar el cuadro".
    El cuadro estará colgado en mi corazón para sentir y volver a vivir nuestros recuerdos por siempre. Estarán en un lugar donde nadie los podrá destruir ni así le caiga la lluvia. La pintura no es óleo, la pintura está hecha del amor que me diste.
    Los mejores momentos ya no tienen reemplazo por otros mejores... Es una lástima... el cuadro será mi agonía, y nadie me quitará lo vivido. Pero las ganas de volver el cuadro realidad son muy grandes.
    Tal vez algún sienta frío y lo tire a la fogata...
    Tal vez algún día me olvide que lo tenía y me pregunte: Qué es esa tabla que está debajo de mi cama?
    O tal vez eso no ocurra jamás...
    Tal vez, en mi otra vida, lo encuentre en algún taller de pintura y vea nuestra historia sin saber que algún día ya habíamos existido y que fue la nuestra.

    ResponderEliminar