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miércoles, 6 de junio de 2012

Barriga llena, mente agotada

Escrito hace más de un año, casi dos diría yo...
Erase una vez...


Un día en el que iba caminando por la carretera central de madrugada… Todo estaba oscuro porque los postes no alumbran mucho. No pasaban autos, y la pista estaba mojada.
Iba pensando y recordando cosas. Tenía que buscar alguna razón que justificara mis actitudes desde inicios del ante año pasado.

De pronto escuché una jarana a lo lejos; me pareció raro porque era día particular y no era ninguna fecha festiva. Seguía caminando en línea recta y no logré identificar nada. Ni una peña, ni una vivienda donde alguien podría estar celebrando algo. Pero la bulla seguía ahí, perenne, no se iba y nunca se acercaba…

No recuerdo bien hasta qué kilómetro habré caminado. Tampoco llegué a ver el amanecer.
Me desvié por una pista escondida entre talleres de autos, seguí avanzando y encontré un bosque. En ese sitio si que todo estaba oscuro. No llegaba ni un rayo artificial de luz de los postes.

Por suerte y  por mi increíble precaución, ya que no tenía planeado nada de lo que ocurrió, llevaba una linterna en el bolso.
Entre los arbustos, vi como a 4 metros de distancia una especie de rejillas. Me dio curiosidad, me acerqué y vi unos grandes ojos que brillaban, era un perro. Un perro bien feo, parecía un animal salvaje y peligroso! Tenía espuma en la boca, estaba muy flaco. Di un paso hacia atrás y se me apagó la linterna.

El susto invadió todo mi organismo. Mi cuerpo estaba tan helado que ya casi sentía que no podía mover mis dedos. El perro soltó un largo gruñido. Nose por qué? Pero sentí su aliento en mi nunca. Qué locura! Esto no tiene sentido! Pero se me corta la respiración.
Quiero moverme de ahí, pero no puedo – pensaba.
Me sentía atrapada como si estuviese dentro  de aquella jaula. Al sentir más de cerca el gruñido del animal, me alejé de un salto para donde mi cuerpo se direccione por inercia.

Se balanceó para la derecha, y tropecé con una piedra, todo estaba totalmente oscuro, tanto que ya había olvidado la distancia que había entre mis manos y mi cuerpo.

Luego me desvanecí  y no recuerdo más, porque al abrir los ojos estaba sentada en una recepción. Muchos sabrán de cuál hablo.  Tan terribles pueden ser los días acá en la temporada de invierno, que encima de quedarme dormida desparramada en la silla, tengo pesadillas y me levanto sintiendo como el aire me penetra en los huesos.

Hoy empieza una tarde más aquí. Después de haber almorzado una asquerosa milanesa del mercado. Me quedé dormida.

- Lucky buenas tardes?  - Dígame, en qué lo puedo ayudar?
- Disculpe señor, ya lo han atendido?
Siempre lo mismo. Para la próxima le diré:
-          Desea tomar una tacita de café?
-          ¿No será mucha molestia?
-          Ay! Cómo se le ocurre! Pase usted!
-          Después de usted…

…¿Y pasar a dónde?

Por qué diablos no suena el timbre del recreo? La monotonía me está consumiendo. Ya se acercan las  4 pm y me toca entregar la correspondencia.
Cinco! Cuatro! Tres! Dos! Uno!
No! Qué pesadilla llegaron los mercaderistas!

Regresemos al momento en que me caí y perdí el conocimiento.

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