Visitante

domingo, 17 de junio de 2012

Agonía de tarde y una procesión desesperada


Suenan los redobles y estoy a  la espera del fin de semana inspirador.
Que no pare la serenata, pues ya empieza la otra…
Oooh, la melancolía, la tan mencionada pena con la que vivo y por extraña razón me hace feliz.

Que cante, que cante la tristeza y que suba hasta el cielo el dolor, que nunca se apague el ardor de mi llanto.

Las palomas apedreadas intentan volar...
Y no lo logaran...
Suban también hasta el cielo que las espero con mi dolor.

Curaremos sus alas y soplaremos el infierno para que no las vuelvan a quemar y nunca dejen de volar.

Las aves y el acordeón al compás de un bombo,
Y entre las rejillas aun veo el cielo; el cielo azul.
El canto se aleja, el latido se siente cada vez más ligero.

Me elevo con los ojos abiertos, sin dejar de ver el resplandor en ningún momento.
¡No pestañar! que aun me quedan minutos para vivir y no descansar.
No es el momento…

Seguiré sobreviviendo, a los redobles, los bombos y los latidos.
Seguiré contemplando a las aves y soñando algún día ser tan libre como ellas…

No hay buena mezcla musical. No hay nada que escuchar, sin rimas me quedé pero jamás descansaré.
Jamás dejaré de pensar en ella, de recordarla y de mencionarla en mis textos.
De dedicarle canciones a mi Ana querida, que tanto sufrió en el encierro físico por tratar de sobrevivir a los “tunches” de las guerras.

…un fracaso de tiempo la alejó del mundo. ¡Oh, Ana querida, ahora en el cielo estás volando con las aves de alas curadas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario